El tercero, de Goianira, es un chicharro importante, el cuarto, de Ronaldo, sigue siendo admirable una semana después, el quinto, de William Souza, con reminiscencias de Quaresma, el sexto, de Halfredsson, es, literalmente, un obús, el séptimo, de Julio Gutiérrez, es un tiro bombeado desde la puerta de su casa, y el octavo, de Quique Martín (el de toda la vida, sí), es una parábola altísima desde fuera del área.
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