miércoles, 30 de junio de 2010

Rachas y confianza

A pesar de que los resultados no son malos, una única derrota, hay algo en este Barça que no acaba de cuadrar respecto al de la pasada temporada. Por mucho que Guardiola diga que juegan mejor que el año pasado, por muchas más opciones de juego que se tengan con Ibrahimovic, por mucho que Pedro insista en marcar en todas las competiciones o Chigrinisky asome la cabeza en San Mamés mostrando sus virtudes en el pase. A nivel de resultados no acaba de encadenar las victorias. La temporada anterior, pasado el bache inicial -derrota en Numancia, empate en casa ante el Racing-, ganó los nueve partidos siguientes (de la jornada 3 a la 11); además, también encadenó diez y siete victorias consecutivas (de la jornada 13 a la 22, y de la 26 a la 37 respectivamente). Dicho así puede parecer que la conclusión es que antes el Barça lo ganaba casi todo y ahora no tanto. Y no, creo que tiene que ver con algo más intangible, la confianza.

Da la sensación que este Barça aún no se ha soltado, que aún no ha arrancado; parecía que la goleada al Zaragoza era el punto de despegue, pero el autogol en Pamplona desactivó esas sensaciones. La temporada anterior fueron los resultados los que dieron la confianza mientras el equipo se asentaba. Es imposible para los jugadores no creer después de nueve victorias consecutivas y un juego estelar. Este año es todo lo contrario, con un estilo definido y con las ideas claras, con buen juego, son los resultados los que no acaban de llegar de forma continuada, y por mucho que se crea en algo, si las cosas no salen pueden empezar las dudas. En San Mamés, el Barça pudo acabar la primera parte con un par de goles a favor, no lo hizo, marcó cuando su juego no fue tan brillante y acabó recibiendo un gol tan directo y efectivo como primitivo. Lo mismo en Pamplona, del 0-2 al 1-1 en un par de minutos; los mismo en los dos partidos ante el Rubin Kazan, palos y ocasiones pero derrota y empate.

No hay que dejar de creer, ni confiar, pero hay algo que este año no encaja. Mi teoría: más allá de que los rivales estudian y conocen al Barça (como si el año anterior no lo hubieran hecho), obviando el tópico factor suerte de que 'el balón no quiere entrar', y el hecho de la plantilla corta y las lesiones (igual de corta, con Iniesta roto cada dos por tres y sin centrales en dos finales se ganó todo), yo me agarro a algo puramente psicológico e indemostrable: este año no hay que reivindicarse, no hay que levantar la voz, únicamente mantener el nivel. Y mantener, la palabra en si, ya implica un punto de freno, de no ir a por todas, de reservarse para poder llegar a todo. No digo que sea consciente, pero sí creo que la intensidad en las acciones es un poco menor; no hablo de no meter la pierna ni similares, hablo de saber que se puede ganar la liga en Abril o Marzo, que el Mundial de Clubes es una oportunidad única, que lo importante en Champions es plantarse en octavos y que la Copa ya se irá viendo.

La temporada anterior se jugaba como si cada partido fuera el último, se marcaba el segundo y se iba a por el tercero, y después a por el cuarto. Y este año no tengo esa sensación. Seguramente este año se ha planificado la temporada para llegar a todo, mientras que la temporada pasada la idea del triplete se fue construyendo en base a los resultados y no al juego. Este año, a falta de resultados espectaculares, la idea de ganarlo todo se fundamenta en el juego, la experiencia y la obligación -¿cómo no ganarlo todo jugando así si el año pasado se consiguió?-.

Todo esto o que la temporada anterior fue tan superlativa que cualquier esfuerzo no resiste la comparación.

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