Curiosa la relación Madrid-Barça de este año. Es muy posible que si el Barça se planta en la final de Roma sea, en parte, gracias al Real Madrid, a la presión constante a la que el equipo blanco ha sometido a los blaugrana durante los últimos meses de competición. En otra situación el Barcelona hubiera sentenciado la liga con muchas jornadas de antelación y, posiblemente, hubiera caído en cierta relajación, rotaciones, sentimiento de 'objetivo cumplido' y similares. Aún viendo los métodos de Guardiola, es muy probable que se hubiera perdido tensión competitiva, algo que la Champions no suele perdonar.
Por su parte, el Real Madrid ya no tiene excusas o títulos bajo los que esconder una pésima planificación deportiva, una plantilla descompensada, un crisis institucional y, lo más importante, la ausencia de un modelo de gestión que lleve asociados un estilo de juego y una filosofía propia reconocible. Sólo hay que ver los últimos entrenadores, incluyendo los de la era galáctica, para ver que los últimos años han sido una sucesión de paños calientes a precio de solución definitiva. Las dos últimas ligas alargaron la agonía, pero el 2-6 de ayer debería escocer lo suficiente como para tomar medidas drásticas. Del mismo modo que el fracaso del Barça de la última temporada ha servido para construir el equipo actual, el Real Madrid debería hacer lo propio. El espectáculo saldría ganando.
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