Complicado ser aficionado del Barça hoy en día.
Sólo puedes maravillarte y disfrutar (que no es poco). No se puede opinar sobre tal o cual alineación, sobre si un jugador lo hace mejor que otro, ni siquiera se puede encontrar algo preocupante en el campo o en el entorno.
Tampoco hay noticias de nuevos fichajes, refuerzos o huecos por cubrir. Un club manifiestamente convulso, hiperactivo e interactivo se ha convertido en algo que sólo se puede admirar pero del que no se puede emitir ninguna opinión propia que hipotéticamente mejore la realidad (fin último de toda opinión futbolística, hacer ver que con uno todo iría mejor). Las tertulias son un compendio de alabanzas, enumeraciones de récords y proyecciones de lo que puede conseguir el equipo. las conversaciones de bar son insulsas, no hay crítica porque todo funciona como un reloj suizo.
Guardiola tampoco da cancha, va con el freno de mano puesto mientras los jugadores se desatan en el campo como si jugaran la final de la Champions cada tres días.
Nada que ver con los 1-0/0-1 del Manchester United, los milagros último-minuto del Liverpool, el atasco del Inter, los trompicones del Lyon, la racha gris del Madrid o el trote cochinero del Bayern de Munich.
Ni nada que ver tampoco con otra épocas de éxito, cuando Cruyff y Van Gaal siempre había los que no estaban contentos, con Robson se ganó casi todo y la gente silbaba, con el equipo de Rijkkard fue la directiva la que se encargó de proporcionar emociones fuertes. Ahora ni eso.
A ver si la Champions y sus partidos a cara de perro devuelven algo de emoción y sufrimiento al socio blaugrana, porque así no hay quien pueda. No estamos acostumbrados.
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