viernes, 2 de julio de 2010

No hay rival pequeño

Andan los medios analizando al Barça 2010 por dos malos resultados, o lo que es lo mismo para este equipo, por dos no-victorias. El gran Barça de las 6 Copas, el equipo perfecto, no ha ganado los dos primeros partidos de 2010 ante Villarreal y Sevilla en casa. No hay excusas, hay equipos que deben ganar siempre, pero ambos partidos han sido bastante igualados, ha habido ocasiones de gol y, aunque el juego y la presión no hayan sido los habituales, no habría que preocuparse mucho. Más si tenemos en cuenta cómo se han ganado los títulos durante el último año.

Liga: hasta el 2-6 en el Bernabéu, el Real Madrid no dejó de presionar y apretar la clasificación; partidos ajustados como el del campo del Getafe, actuaciones milagro como la de Messi en Santander o un gol en el último minuto de Gudjohnsen para vencer al Betis en casa fueron más habituales de lo que se quiere recordar.

Copa del Rey: penalty parado por Pinto en Mallorca, en la final se empieza perdiendo y empata Touré, que juega de central, con una jugada que difícilmente volverá a repetir (y el chute toca en un defensa).

Champions: gol de Messi en Donetsk en el último minuto; Iniesta, primer tiro a puerta en Stamford Bridge y gol en el descuento que, además de dar acceso a la final, permite disputar la Súpercopa de Europa y el Mundial de Clubes; sin el Iniestazo, doblete. Y no nos olvidemos de los primeros diez minutos de la final ante el United, cuando quien más quien menos pensó que aquello era Atenas.

Súpercopa de España: Pedro, asistencia y gol en San Mamés para encarrilar el título.

Súpercopa de Europa: gol de Pedro en la prórroga, Messi se echa el equipo a la espalda y Puyol resulta providencial en acciones puntuales.

Mundial de Clubes: gol de Pedro en el último minuto para forzar la prórroga, gol de pecho de Messi para ganar el título. Sin contar que ante el Atlante se empieza perdiendo también.

Resumiendo: aquí nadie gana sin bajar del autocar, y lo que se valora de este Barça, más allá de los títulos, es el juego y la filosofía que lo respalda. Se han ganado seis Copas como se podrían haber ganado dos, la diferencia -cuatro Copas- se mide en centímetros y segundos de tiempo, en que un jugador que apenas chuta desde fuera del área enganche un zapatazo de primeras que uno de los mejores porteros del mundo es incapaz de parar.

De un tiempo a esta parte parece que cada derrota -o incluso empate- de los equipos grandes es poco menos que un fracaso descomunal, una falta de compromiso de los jugadores, un error imperdonable del entrenador -y si no que le pregunten a Pellegrini, ninguneado por no ganar todos los partidos por goleada-.
Desde que los fichajes son mediáticos y los medios deportivos patrios se escoran hacia el espectáculo, todo es blanco o negro, sin matices. El Real Madrid empata en Osasuna y se acaba el mundo -cuando históricamente, el Reyno de Navarra (ex-Sadar), había sido una encerrona para los grandes-; el Barça empata con el Villarreal, equipo que cada año le araña puntos al Barça y al Madrid y ya se oyen los primeros murmullos; lo mismo con el Sevilla, que cuando interesa es un outsider al título de Liga pero cuando juega contra los grandes debería perder ¿? El problema, y debe ser algo cultural, es que aquí se mira el calendario y muchos partidos se dan por ganados a meses vista, llega el día, se empata o se pierde y el periodista de turno inflama la tertulia nocturna o se monta una portada amarillista.

Curiosamente, ni jugadores ni entrenadores actúan así; siempre hay respeto por el rival, todos saben que hay campos difíciles de per se, que habrá bajas, cansancio, polémicas, que los equipos viven de las rachas y la confianza, y que hay días en que simplemente las cosas no salen bien. Ah, y que el rival también suele jugar, tiene su orgullo y quiere ganar. Que a veces da la sensación que algunos querrían una Liga con equipos que se dejaran ganar.

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